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Cuando el poder embriaga, suele cegar razones y eso fue lo que le pasó a uno de nuestros vecinos (hace ya muchos años) cuando desde lo alto de su ventana divisó que ingresaban a nuestra Residencias un extraño trío, con balanceado andar y agresiva apariencia. Los sujetos vestían curiosas lycras negras reforzadas con pequeños escudos de metal, lo cual (al parecer) no permitía ocultar ningún tipo de armas de fuego y en su lugar portaban a manera de casco protector de sus respectivas cabezas, armas blancas, multiplicadoras espontáneas de la luz de la Luna, sumamente afiladas con las que enceguecían a los transeúntes que osaban acercarse. Aquella era una noche de luna muy brillante que invitaba a delinquir.
Asumió su personalidad alterna y rápidamente invirtió el orden de sus ropas: El interior por encima de su pijama y la bata de casa se convirtió repentinamente en una capa de livianas ondas y llamativo color… Pensó que había olvidado su antifaz cuando inmediatamente recordó que con tan solo colocarse en el pecho la M, símbolo de sus andanzas, los vecinos no podrían jamás reconocerle, a pesar. de su muy marcado acento extranjero.
Aquella sería la gran oportunidad de defender la honra de su más amada pasión: La privacidad de su muy querida ICABARÚ. Tomó las escaleras y voló al ras de ella (el ascensor no funcionaba) y cuando llegó al jardín fue demasiado tarde… La princesa más hermosa de nuestra Residencias, La princesa ICABARÚ revoloteaba, cual mariposa recién envestida, calle abajo al encuentro de un homenaje a su hermosura y candor.
En medio de aquella noche, que se tragara al final de la calle el Jeep decapotado en donde fue raptada nuestra hermosa princesa por tres rockeros, quedó nuestro Súper Héroe, débilmente iluminado por un reflector lunar, jurando que no descansaría en su batalla por la seguridad de nuestro hogar pero que nunca más volvería a vestir su uniforme de Súper Matazzary.
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El Sr. Massari vive en el 2A y lo que más me impresiona es su empuje… ¡Cómo empuja! Me obliga a decir groserías, me obliga a pensar mal, a veces, inclusive, me obliga a enfrentármele.
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