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Cachetona y querendona, así es Rinatavas. Es una niña de esas que se trenzan el cabello para que la brisa pueda batirlo… adora la libertad. Los espacios abiertos la hacen sentir segura… no es exhibicionista, pero se siente segura si la observan. Rinatavas conserva el candor de la madurez mientras va descubriendo la seguridad de su niñez.
Rinatavas invierte las letras mientras escribe y muchas veces la realidad la acompaña en su continuo deletrear… complementando su soledad o, tal vez, excusándola a través de su reflejo.
Recientemente, mientras correteaba por los jardines de nuestra Residencias, sintió mucho miedo cuando escuchó decir a un extraño que su problema se arreglaría si se le intercambiaban las manos: La mano derecha se le debía pegar al brazo izquierdo y viceversa… Lo que más le asustó fue “y viceversa”. De eso hace ya unos 30 años.
Rinatavas bajó muy de prisa las escaleras hasta llegar, sin darse cuenta, a la azotea, cuando de pronto notó que todas las paredes desaparecían y los techos se transparentaban.
Fue así como se dio cuenta de la realidad: Todo funcionaba al revés… por eso el mundo tenía tantos problemas. Se sintió avergonzada por ser tan feliz y decidió que ayudaría a todos sus vecinos a conseguir la Felicidad.
Desde ese día se le ve por los jardines de nuestra Residencias con sus ojos alegres, cargados de sueños, brindándonos una sonrisa maternal con la que pareciera decirnos “no hay dinero” que pueda comprar la felicidad.
...o...
La Sra. Rita vive en el 3B y me hace sentir como un adolescente inexperto. Me celebra, me regaña, me alcahuetea, me complace y me enseña. Un día nos dijo que no cambiáramos la reja (bajita y endeble) por un muro, pues ella se sentía muy segura cuando, al entrar a las Residencias, era vista por todos los que pasaban por la calle.
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