Serie
BATALLANDO CON LA MEMORIA

Estás Igualita























Estaba que iba de la habitación a la cocina y de la cocina a la habitación, sin saber qué hacer hasta que Sonia me llamó: ¿Te vas a quedar dando vueltas sobre tu propio eje toda la noche? ¡Vente! ¡Vente para acá, ya!

Aquello fue una orden y yo, que me encanta complacer a mis amigos (algunos dirán que lo que me gusta es que me den látigo), salí inmediatamente para reencontrarme con todos ustedes.

“¡Carajo! Hay que ver que yo sí soy pánfilo: Me vine y no me traje la dirección” pensaba, mientras me secaba, con la servilleta que agarré antes de salir del apartamento, los chorros de sudor que ya casi me alcanzaban la espalda”. Menos mal que la única casa vecina al Restaurante Casa Vecchia era “ésa”.

Luego de entrar al jardín de aquella casa majestuosa, la única imagen que tuve enfrente fue la menuda figura de una catirita, pizpireta por demás, que revoloteaba alrededor de María Eugenia y su acompañante. “Esta catirita debe estar igualita pero yo no la reconozco. Mal comienzo”, pensé y de una me fui al encuentro de caras más familiares.

A las primeras que saludé fue a Cuchy y a Ángela, quien me dijo “Mijito, pareces un muerto... estás frío”. Claro ¿cómo no iba a estarlo si me fui caminando y fueron como 18 cuadras esmollejao?

Así fue la llegada. Luego de decirle a Cuchy “estás igualita” y repetírselo a Ángela, hice un paneo por aquel salón que se parece mucho al corredor donde tomábamos vino en casa de Cuchy (hace ya de eso unos 28 años) pero con ese toque mágico que tenían las casas habitadas por mantuanos que respiraban el aire puro al pie del Ávila. Reconocí casi todas las caras que estaban disfrutando de este reencuentro tan manoseado en este grupo virtual que Rosi y Cecilia crearon en Yahoo.

Les confieso que me entró el alma al cuerpo. “No hace falta la etiqueta en el pecho con nuestros respectivos nombres para reconocernos y disfrutarnos” pensé. ¡Qué arrecho! Era como si hubiésemos estado estudiando Investigación de Operaciones con Pastoriza en la tarde y nos hubiésemos puesto todos de acuerdo para vernos luego “en donde la suegra de Rosi”.

En este momento Lya, que de seguro está leyendo esta reseña, dirá: “Gran carajo, te recordabas de todos menos de mí”. Sí. Es verdad. Yo escuché que ella decía “ajá, y a mí no me vas a saludar” y me paré en seco, di media vuelta para terminar de pasar aquel trago y, supongo yo que ante mi cara de maquinita de casino buscando el 7-7-7, Cuchy se apiadó y me dijo muy bajito “Es Lya...” y yo enseguida exclamé “Claro, Lya Lecuona... estás igualita”. Levanté la mirada para diluir la tensión de este encuentro y pasó la catirita, medio corriendo, medio tongoneándose y me volvió a turbar su presencia.

En esto apareció Jorge y nos saludamos como si nos hubiéramos visto esa misma mañana. Les aclaro que esto no es una metáfora... a Jorge Marcano lo he visto a cada rato en los más diversos sitios: En el aeropuerto, en la panadería, en donde quiera. Imposible verlo diferente. También está igualito.

En este grupo también estaba Sonia y me senté un rato para compartir tantas cosas que ya habíamos conversado recientemente y que Cuchy se había perdido “Yo sabía que no debía faltar a esa reunión... yo sabía” se lamentaba mientras escuchaba los cuentos del encuentro que tuvimos en casa de Sonia quien los refrendaba con un discreto meneo de cabeza... como siempre, tan discreta, mi estimada Sonia.

Me di cuenta que si me sentaba y comenzaba a conversar y a beber no iba a saludar a nadie más. Por eso me levante y, antes de entrar al salón por la puerta lateral, me di banquete saludando a Chepina quien sigue siendo menuda y ni-tan-frágil como siempre. “Estás igualita” le dije. Ella, luego de disfrutar la frase, me contó que se quería poner un piercing en la nariz y empezamos a revisar dónde más se podría adornar el cuerpo y me di cuenta que tampoco el cuerpo le había cambiado... está igualito!

Saludé a Baturro y me sobrecogió verme tan endeble ante aquel monumento a la valentía y a la perseverancia. ¡Bravo, Baturro, por esa victoria! Sigue luchando y permítenos seguir tu ejemplo de esperanza y fé.

Seguí mi camino hacia el salón en donde vi que estaba la catirita conversando alegremente al lado de la mesa donde estaban los pasapalos. Me enfilé hacia allá pero en el camino me conseguí a María Eugenia quien conversaba con alguien. Me dijo “¿No te acuerdas de Lenín?”. La verdad es que él si está igualito y fue cuando caí en cuenta que la memoria me estaba haciendo una mala jugada. Con Lenín hablé largo y tendido... pero eso fue después... cuando Simón hizo un muy pequeño, pero perfectamente perceptible, silencio en la cháchara que le tenía montada a Lenín... y entonces me colé y le dije “Tú eres Simón Newman, cierto?” a lo cual él respondió “Sí, yo soy, pero la verdad yo no me acuerdo de ti.. ¿Tú quién eres?” Me pasó por la mente los días en los que le daba clase de Evaluación de Sistemas y Melvin (mi auxiliar docente) me comentaba las maravillas que hacía su alumno preferido... ¡Coño!, ¿No se iba a recordar de mi? Ok. Está bien.

Como les dije, este encuentro ocurrió después. Antes, había entrado al salón a ver si reconocía a la catirita, pero ya no estaba allí. A quien conseguí fue a María de Mar. Ella sí es verdad que está igualita: Alta, más alta que nunca... ¡Qué molleja! María del Mar si es alta, vale! Ella estaba con Teresa. ¿Qué les puedo decir?, me sentí como Gulliver en Brobdingnag.

María de Mar me contó que había cambiado de marquetero pues la marquetería donde nos conseguimos (hará de eso como unos 10 meses, cierto María del Mar?) tenía los precios muy altos. Me contaba aquello y yo sentía que me acariciaba con esa voz tan especial que ella tiene y las pepas de ojos que se gasta desde que la conocí en la Facultad. ¡Está igualita! Nunca se me olvidará aquella noche que estaba lloviendo y no pasaba ni un solo carrito que fuera para Carmelitas... Nos fuimos a pie desde la Facultad hasta la Avenida Andrés Bello, cerca de la Cruz Roja.

Al lado nuestro, estaba Cachorro, quien me saludó, como siempre, con mucho cariño y respondía por mí cada vez que Rosi me increpaba “Yo pensé que no ibas a venir” y Cachorro le decía “Edgar siempre cumple su palabra”. ¡Eso se llama ser un amigo! ¿Ven? Cachorro tampoco ha cambiado nada.

Me presentó a su esposa. Encantadora.

Fue en ese momento que Cecilia se acercó y nos saludamos ... como siempre... ella tampoco ha cambiado nada! Está igualita... pero no tuve tiempo de decírselo pues la catirita pasó por mi lado y se detuvo a hablar con Rosi. Me acerqué para verla mejor y me frustré “No sé quién coño es”. La que sí está igualita es Rosi. Jovial, alegre y preciosa!

En ese instante también se aparecieron Cándida y José Manuel. Ella me preguntó que si no la reconocía. Rosalba me observaba fijamente para ver qué era lo que le iba a responder. “¿Cómo no voy a reconocerte, Cándida, si estás igualita”.

A José Manuel lo veo a cada rato en el Ávila por lo que a él también lo saludé como si lo hubiera visto esa misma mañana.

La noche pasaba y los tragos y la comida ... había comida como para amanecer. Habían dos tortas en la mesa, pregúntenme de qué eran... no me recuerdo, pero sabían a gloria. La mesa estaba full de platos y pasapalos, cada uno con mejor sabor que los otros. La caña sí estaba como escasa. Por eso, antes que fuera a acabarse me serví un palo de vodka, saludé a José (Suárez) y a Rubén Mata y me volví a sentar a conversar con el primer grupo que saludé.

La catirita ya se había ido y alguien me dijo que le preguntara a Lenín pues él sí se sabía su nombre. Por cierto, debo retomar la conversa que sostuve con Lenín. Estuve compartiendo con él la experiencia y vivencias que he venido disfrutando desde que decidí dejar atrás la “Cúpula de Cristal” en donde por casi 20 años estuve encubándome. En fin, deshaciendo poco a poco el periplo de mis proyectos, iba haciendo énfasis en los resultados alcanzados y, de vez en cuando, Lenín me hacía un par de preguntas (les juro que eran más difíciles que las que él ponía en los exámenes de Estadística) que me permitían reforzar cada anécdota. Así estuvimos buena parte de la noche, cuando de repente apareció Tirso. ¿Adivinen? A manera de saludo y de la forma más straightforward (estuve buscando esta palabra en el diccionario por más de hora y media solo para congraciarme con nuestro amigo, descendiente de la mezcla gentilicia más enriquecida que haya alguna vez podido conocer) imaginable me espetó “Gordito, ahora y que tienes un SPA y que te metiste a filantrópico y unas cuantas huevonadas más...me dijo Manuel”.

“Sí, Tirso... tengo como una hora tratando de explicarle eso mismo a Lenín. Se te agradece la Síntesis”

Se fue Tirso y volvió a aparecer Simón quien reclamó nuevamente la total atención de Lenín y allí los dejé haciendo negocios.

Tal como si fuera una exhalación, Maritza entró y me saludó con un “Hola y Chao”. Todavía no recuerdo bien si fue que no la reconocí y la pasé por alto cuando hice la ronda del saludo oficial o fue que ella entró exclusivamente a saludarme a mí. Prefiero quedarme con la duda, les agradezco no me la aclaren.

Les soy honesto, yo no me quedé para la tercera etapa de la reunión, ésa que Rosi cuenta que duró hasta las cinco de la mañana. Pero la segunda etapa estuvo muy buena.

Estábamos tomándonos fotos y hablando pajita al lado de la mesa con los pasapalos (por eso es que sé que todos estaban más buenos que comer pollo con las manos) cuando Cándida nos hizo una seña para que nos uniéramos al grupo que estaba afuera.

Me despedí de Luis, el hermano de Chepina, quien se estaba yendo y salimos todos para integrarnos al grupo. Lo que siguió no fue una conversación. Fue realmente la evocación de tantos momentos gratos, plenos y muy bien vivido por cada uno de nosotros cuando éramos jóvenes e impetuosos, igualitos que ahora. La noche se fue llenando de recuerdos y espacios disfrutados en conjunto. Viajes realizados que más que paseos eran recordados como aventuras dignas de corsarios que buscan asaltar los tesoros que la vida nos ofrecía.

Ya cuando esta segunda etapa de la reunión estaba llegando al final, entendí que las botellas de vino habían sido secuestradas y que las iban liberando de a poquito. ¿Y saben cómo me di cuenta de ello?. Imagínense que Darela, quien está más imponente que nunca, iba a cada rato hasta su carro, abría la maleta y se aparecía “rauda y veloz” con senda botella de vino... al final, cuando ya no podía disimular la razón de aquel ir y venir, que se repitió durante toda la noche, fue hasta su carro y le abrió “la capota” (como decimos en Maracaibo) e hizo el paro de que el carro estaba recalentado. Mujer tenía que ser: ¡El carro recalentando! ...el pobre tenía como seis horas parado allí. ¿Quién se lo iba a creer? ... pero... En el reino de la féminas más vale que uno se quede callaíto!

Darela, quien está igualita, me preguntó por Carlos Amaro y le expliqué lo que le pasó con el pasaporte. Al final me di cuenta que realmente ella lo único que quería era desquitarse de la arrastrada por el piso que le propinó Carlos en aquella reunión donde fuimos todos (lee bien Eduardo, TODOS) en casa de Consuelo. Carlos “El quedao” Amaro, en aquella reunión trataba de imitar las peripecias de Tony Manero y mi muy estimada Darela fue la víctima de nuestro recordado amigo, quien estaba más presente que nunca.

Recientemente, fui a cenar con Iván y revisamos, mientras campaneábamos un par whiskies, la trascendencia de este reencuentro y lo que notamos fue que la coincidencia inicial se basó, como debe ser, en hechos realmente gratificantes de un mismo pasado que nos pertenece a todos por igual. Asimismo, acordamos que el futuro que podamos soñar para nosotros como una red que funcione y, sobre todo, que nos motive dependerá de la capacidad que tengamos de hacer de nuestro presente una epopeya para compartir... el futuro se irá entrelazando de forma natural. Como entenderán, luego de llegar a esta conclusión pedimos un par de tragos más para digerirla.

Debo confesar que me he divertido mucho mientras escribía esta reseña, tratando de recrear escenas que se me pierden entre la penumbra de la distancia. Algunos de los pasajes que relaté son ciertos, otros los desempolvé del álbum que Luisa y Eduardo por fin me devolvieron, pero lo que sí es totalmente FALSO es que estemos todos igualitos. Amigos, no estamos igualitos, ESTAMOS MEJOR QUE ANTES, cierto Emma?

Ah! Se me olvidó contarles quién era la catirita... pero ya me tengo que ir...

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